domingo, 25 de junio de 2017

Apuntes para la recuperación de la literatura fantástica de María Inés Silva Vila

(La Generación del 45 en ocasión de la visita de Juan Ramón Jiménez. De izquierda a derecha, parados: María Zulema Silva Vila, Manuel Arturo Claps, Carlos Maggi, María Inés Silva Vila, Juan Ramón Jiménez, Idea Vilariño, Emir Rodríguez Monegal, Ángel Rama. Sentados: José Pedro Díaz, Amanda Berenguer, Zenobia Camprubí, Ida Vitale, Elda Lago, Manuel Flores Mora.)


No soy especialmente alguien que se dedique a publicar sobre lo que lee, pero tengo el agrado de poder decir que después de un año de insistencia, la autora María Inés Silva Vila, una lamentablemente olvidada de las letras nacionales, salió elegida como libro del mes en #Clubdelectura.uy (un club que se desarrolla en Casa Inju, del cual hablaré en otra oportunidad), lo cual significó que por lo menos 30 jóvenes la conocieran, la leyeran y se reunieran a discutir sobre su obra.
Con el impulso que me da ese motivo quiero generar un espacio para destacarla, aunque sea breve y desprolijamente (pido disculpas de antemano por no hacer los procedimientos académicos que por lo general merecen los acercamientos a autores de esta índole), con el propósito de generar más lectores de su obra y de hacerle un poco de justicia.

Va un poco de información para aquellos que no la conocen:

Perteneció a la generación uruguaya del '45 (1927-1991) y La mano de nieve, el libro del que quiero hablar, fue el primero, escrito con veintipocos años y publicado en 1952. Luego le vendrían otros, también de cuentos, agregándose novelas, anécdotas y ensayos: Felicidad y otras tristezas (1964, cuentos), Salto Can Can (1969, novela), Los rebeldes del 1900 (1971, ensayo) y 45 por uno (1993, crónicas sobre la generación del 45).
Actualmente es extremadamente difícil conseguir su obra en las librerías.

Como muchos saben, su generación es aquella en la que irrumpen las mujeres narradoras y estas triunfan por primera vez. Antes de Armonía Somers, de Giselda Zani (otras olvidadas) y María Inés, más que nada en Uruguay hay poetas consagradas (la única excepción de mujer narradora que se hiciera conocer antes fue Clara Silva). A saber solo tenemos a Delmira Agustini, María Eugenia Vaz Ferreira, Esther de Cáceres y Juana de Ibarbourou, todas dedicadas mayoritariamente a la lírica.

Otra cosa MUY importante: los cuentos de María Inés desconciertan, pero quizás ya estemos acostumbrados a eso por culpa de Julio Cortázar, por eso no hay que dejar de mencionar que ella escribió este tipo de literatura fantástica antes de que Cortázar se hiciera conocido en nuestro país, por lo que no lo había leído todavía, lo que afirma aún más su carácter original y pionero. Una clara influencia que ella sí siempre señala es la del uruguayo Felisberto Hernández, con quien se vinculó personalmente y que fue, dicho sea de paso, una inspiración también para Cortázar mismo.

Como algunos ya saben, Ángel Rama, el crítico de la generación del '45, estudió la evolución de la literatura y llegó a la conclusión de que más que nada hasta ese momento, en términos de narrativa había imperado el realismo, y que los casos de literatura fantástica eran raros (es decir excepcionales, acuñando un término ya usado por Ruben Darío en 1896), por lo que rotuló a algunos autores de esa manera. “Raros” son Lautreamont, Quiroga, Felisberto, Armonía y María Inés. Más adelante, se agregarían nombres como Mario Levrero.

Hoy por hoy esta literatura fantástica, rara, absurda  y onírica es ya una tradición, pero creo que es bueno aclarar que esta autora es de las primeras.

Recibió algunos elogios y premios en su momento, pero claro, no es una literatura “fácil” y fue dejada pronto en el olvido. Tenemos que decir que su condición de mujer ayudó mucho a esa desaparición de su figura literaria (cabe cuestionarse por qué en Uruguay tienden a desvalorizarse las narradoras frente a las poetas, miren sino los peldaños de la Biblioteca Nacional).

SU LITERATURA:
Más que nada han dicho muchos otros que se trata de una prosa poética y de literatura de creación de “ambientes”. Vale más que nada por su lirismo y búsqueda de lo estético. A veces ese ambiente fantasmagórico, esa “neblina” es protagonista por sobre la narración, es decir, lo que cuenta la historia. Se instala un clima poético, pero también no olvidemos, muy psicológco.

El ámbito de lo femenino, la situación de la mujer, era algo muy poco explorado en aquel entonces, la crítica no la entendió muy bien (Mario Benedetti se disculparía algunos años después por malos comentarios que le hizo y terminaría por aceptar su ignorancia).

Es una literatura de lo no dicho, el lector debe completar, rellenar mucho, y los temas que más se tocan además de la situación de la mujer, son: la opresión, la soledad, la incomunicación y la muerte.

En general recurre a las estrategias típicas de la literatura fantástica, que mencionara tanto Borges: el doble (o triplicado, como en el caso de El espejo de dos lunas), saltos en el tiempo y los ámbitos oníricos o surreales. Predomina la narradora en primera persona (muy común en la literatura de “los raros”, gran heredera de Franz Kafka), que a veces parece configurarse en una especie de “alter ego” de la autora. Es casi siempre alguien que reconstruye recuerdos desde una distancia que nos hace dudar de su fidelidad y enviste todo de un extrañamiento.

María Inés es una autora perfeccionista, hace un arduo trabajo lingüístico y uno tiene la sensación de que ninguna palabra fue dejada al azar y es más, que nada sobra, aunque tal vez, sí falte, generándose una agradable sensación de incertidumbre poética a ser disfrutada por quien quiera aceptar el reto.

ME DETENGO EN ALGUNOS CUENTOS DE LA MANO DE NIEVE:

El espejo de dos lunas: aparece la narradora interna que recuerda a sus tres tías solteronas que eran “igualitas” en un ambiente de austeridad, de rectitud, de silencio, de rutina, de espera de la muerte. Pero ¿Qué tanto de lo que recuerda ella sucedió o es realmente producto de una deformación por exceso de imaginación? La atmósfera extraña se instala tal cual en los cuentos de Felisberto Hernández, desde la mirada de una joven imaginativa que necesita rellenar la realidad con fantasía para hacerla más interesante.
Las tías son muertas en vida, solteronas solitarias. Quizás hable de la homogeneización de la mujer en su proceso de creación de identidad.

El mirador de las niñas: Es mi preferido. El mismo tipo de narradora que en el cuento anterior. El mundo de lo masculino, el del padre y de los amigos que aloja en su casa, aparece como misterioso, alejado, vedado para la mujer. Algo incomprensible, impenetrable y prohibido. Las mujeres en los cuadros del pintor Cazel son mujeres colocadas allí, inertes, para ser miradas (cabe destacar que hay un referente real de ese personaje: Raúl Javiel Cabrera, o "Cabrerita", cuyas acuarelas de niñas impresionaran a María Inés. Esto lo explicar en 45 por uno) . 
¿Es acaso la única función que le corresponde a la mujer en sociedad? ¿Ser un objeto bello que da placer a la vista? (Esto tiene clara conexión, tal vez, con otro cuento de otro libro: Felicidad). Otro elemento se hace evidente: esas mujeres allí pintadas son niñas, como el ideal impuesto: puras, castas, dependientes, débiles, obedientes y silenciosas. Finalmente, la mujer verdadera, Angélica, la joven y frágil sirvienta muere, exactamente igual que una de las figuras plasmadas en los lienzos. ¿Será una lectura demasiado feminista decir que la sociedad machista ahoga, mata, el verdadero ser de la mujer? Probablemente se intuya también, una relación fetichista entre el pintor y la sirvienta, una violación y un asesinato. Llama poderosamente la atención, la negación del hecho en el entorno de la chica, que es acusada de tergiversar, por parte de sus padres, de ser demasiado imaginativa.
Un tema todavía necesario y en boga. 

                                       Una de las niñas que pintara Cabrerita

La mano de nieve: da nombre al libro, porque es, su eje vertebrador: LA MUERTE. Una narradora interna nuevamente, observa una procesión y parece reflexionar sobre todas las veces en las que estuvo próxima al fin de la vida. Siempre pareció tenerla cerca y es más, entenderla de mejor modo que los demás. Al final del cuento, una vuelta de tuerca: la muerta es ella. ¿Siempre comprendió a la muerte, como si intuyera que moriría joven? ¿Tal vez de nuevo se nos introduce la idea de que a veces la vida puede ser igual que la muerte, igual de vacía? ¿Habrá estado muerta siempre? ¿No será que al morir, sus recuerdos cambian y todo lo relacionado a la muerte parece ahora, mucho más claro? Un texto de “atmósfera” que quizás podría clasificarse, más que como narración, como una hermosa poesía en prosa.

Una pluma de pájaro: es un juego de intertextualidades con Alicia a través del espejo y La Cenicienta. Un cuento sobre mujeres solas y atrapadas que, cuidando ancianas, esperan el rescate por parte del príncipe azul. La fiesta aparece como vía de escape a una vida monótona. Me fascina la posible simbología del abanico y las plumas. El abanico de plumas es un elemento anticuadísimo, muy femenino, de mujer de “antes”. Es negro, de luto y recuerda a las plumas de un cuervo. Es como la anciana que en cama, se niega la vida. Quizás la idea de la muerte y la conciencia de la decrepitud, de lo efímero de la vida y de la proximidad de la vejez persiga constantemente a la protagonista, obsesionándola. Viendo que la juventud se le escapa, intenta volar, ser libre, pero se desprenden de sus alas, irónicamente, plumas de muerte.

Como dije, es solo una aproximación breve y personal, apenas unos “apuntes”. El libro tiene otros cuentos:
Último coche a fraile muerto, La muerte tiene mi altura y Mi hermano Daniel. Varias características de las antes mencionadas se reiteran: el entorno misterioso, la presencia de la muerte, la reflexión sobre lo privado e íntimo femenino y familiar, quizás siendo el más diferente de todos Último coche a fraile muerto, con protagonista masculino y visto desde una tercera persona, agregándose saltos en el tiempo y desconcertantes giros oníricos.

Una autora intelectual y sensible, delicada y original, que necesita verdaderamente ser sacada a la luz, para poder mostrar sus penumbras.






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