No soy especialmente
alguien que se dedique a publicar sobre lo que lee, pero tengo el
agrado de poder decir que después de un año de insistencia, la
autora María Inés Silva Vila, una lamentablemente olvidada de las
letras nacionales, salió elegida como libro del mes en
#Clubdelectura.uy (un club que se desarrolla en Casa Inju, del cual
hablaré en otra oportunidad), lo cual significó que por lo menos 30
jóvenes la conocieran, la leyeran y se reunieran a discutir sobre su
obra.
Con el impulso que me da
ese motivo quiero generar un espacio para destacarla, aunque sea
breve y desprolijamente (pido disculpas de antemano por no hacer los
procedimientos académicos que por lo general merecen los
acercamientos a autores de esta índole), con el propósito de
generar más lectores de su obra y de hacerle un poco de justicia.
Va un poco de información
para aquellos que no la conocen:
Perteneció a la
generación uruguaya del '45 (1927-1991) y La mano de nieve, el
libro del que quiero hablar, fue el primero, escrito con
veintipocos años y publicado en 1952. Luego le vendrían otros,
también de cuentos, agregándose novelas, anécdotas y ensayos:
Felicidad y otras tristezas (1964, cuentos), Salto Can Can
(1969, novela), Los rebeldes del 1900 (1971, ensayo) y 45
por uno (1993, crónicas sobre la generación del 45).
Actualmente es
extremadamente difícil conseguir su obra en las librerías.
Como muchos saben, su
generación es aquella en la que irrumpen las mujeres narradoras y estas triunfan
por primera vez. Antes de Armonía Somers, de Giselda Zani (otras
olvidadas) y María Inés, más que nada en Uruguay hay poetas
consagradas (la única excepción de mujer narradora que se hiciera
conocer antes fue Clara Silva). A saber solo tenemos a Delmira Agustini, María
Eugenia Vaz Ferreira, Esther de Cáceres y Juana de Ibarbourou, todas dedicadas
mayoritariamente a la lírica.
Otra cosa MUY importante:
los cuentos de María Inés desconciertan, pero quizás ya estemos
acostumbrados a eso por culpa de Julio Cortázar, por eso no hay que
dejar de mencionar que ella escribió este tipo de literatura
fantástica antes de que Cortázar se hiciera conocido en nuestro
país, por lo que no lo había leído todavía, lo que afirma aún
más su carácter original y pionero. Una clara influencia que ella
sí siempre señala es la del uruguayo Felisberto Hernández, con
quien se vinculó personalmente y que fue, dicho sea de paso, una
inspiración también para Cortázar mismo.
Como algunos ya saben,
Ángel Rama, el crítico de la generación del '45, estudió la
evolución de la literatura y llegó a la conclusión de que más que
nada hasta ese momento, en términos de narrativa había imperado el
realismo, y que los casos de literatura fantástica eran raros (es
decir excepcionales, acuñando un término ya usado por Ruben Darío
en 1896), por lo que rotuló a algunos autores de esa manera. “Raros”
son Lautreamont, Quiroga, Felisberto, Armonía y María Inés. Más
adelante, se agregarían nombres como Mario Levrero.
Hoy por hoy esta
literatura fantástica, rara, absurda y onírica es ya
una tradición, pero creo que es bueno aclarar que esta autora es de
las primeras.
Recibió algunos elogios
y premios en su momento, pero claro, no es una literatura “fácil”
y fue dejada pronto en el olvido. Tenemos que decir que su condición
de mujer ayudó mucho a esa desaparición de su figura literaria
(cabe cuestionarse por qué en Uruguay tienden a desvalorizarse las
narradoras frente a las poetas, miren sino los peldaños de la
Biblioteca Nacional).
SU LITERATURA:
Más que nada han dicho
muchos otros que se trata de una prosa poética y de literatura de
creación de “ambientes”. Vale más que nada por su lirismo y
búsqueda de lo estético. A veces ese ambiente fantasmagórico, esa
“neblina” es protagonista por sobre la narración, es decir, lo
que cuenta la historia. Se instala un clima poético, pero también
no olvidemos, muy psicológco.
El ámbito de lo femenino, la situación de la mujer, era algo muy poco explorado en aquel
entonces, la crítica no la entendió muy bien (Mario Benedetti se
disculparía algunos años después por malos comentarios que le hizo
y terminaría por aceptar su ignorancia).
Es una literatura de lo
no dicho, el lector debe completar, rellenar mucho, y los temas que
más se tocan además de la situación de la mujer, son: la opresión,
la soledad, la incomunicación y la muerte.
En general recurre a
las estrategias típicas de la literatura fantástica, que mencionara tanto Borges: el doble (o
triplicado, como en el caso de El espejo de dos lunas), saltos en el tiempo y los
ámbitos oníricos o surreales. Predomina la narradora en primera persona (muy
común en la literatura de “los raros”, gran heredera de Franz
Kafka), que a veces parece configurarse en una especie de “alter
ego” de la autora. Es casi siempre alguien que reconstruye
recuerdos desde una distancia que nos hace dudar de su fidelidad y
enviste todo de un extrañamiento.
María Inés es una
autora perfeccionista, hace un arduo trabajo lingüístico y uno
tiene la sensación de que ninguna palabra fue dejada al azar y es
más, que nada sobra, aunque tal vez, sí falte, generándose una
agradable sensación de incertidumbre poética a ser disfrutada por
quien quiera aceptar el reto.
ME DETENGO EN ALGUNOS
CUENTOS DE LA MANO DE NIEVE:
El espejo de dos
lunas: aparece la narradora interna que recuerda a sus tres tías
solteronas que eran “igualitas” en un ambiente de austeridad,
de rectitud, de silencio, de rutina, de espera de la muerte. Pero ¿Qué tanto de lo
que recuerda ella sucedió o es realmente producto de una deformación
por exceso de imaginación? La atmósfera extraña se instala tal
cual en los cuentos de Felisberto Hernández, desde la mirada de una
joven imaginativa que necesita rellenar la realidad con fantasía
para hacerla más interesante.
Las tías son muertas en
vida, solteronas solitarias. Quizás hable de la homogeneización de
la mujer en su proceso de creación de identidad.
El mirador de las
niñas: Es mi preferido. El mismo tipo de narradora que en el
cuento anterior. El mundo de lo masculino, el del padre y de los amigos
que aloja en su casa, aparece como misterioso, alejado, vedado para
la mujer. Algo incomprensible, impenetrable y prohibido. Las mujeres
en los cuadros del pintor Cazel son mujeres colocadas allí, inertes,
para ser miradas (cabe destacar que hay un referente real de ese personaje: Raúl Javiel Cabrera, o "Cabrerita", cuyas acuarelas de niñas impresionaran a María Inés. Esto lo explicar en 45 por uno) .
¿Es acaso la única función que le corresponde a la mujer en sociedad? ¿Ser un objeto bello que da placer a la vista? (Esto tiene clara conexión, tal vez, con otro cuento de otro libro: Felicidad). Otro elemento se hace evidente: esas mujeres allí pintadas son niñas, como el ideal impuesto: puras, castas, dependientes, débiles, obedientes y silenciosas. Finalmente, la mujer verdadera, Angélica, la joven y frágil sirvienta muere, exactamente igual que una de las figuras plasmadas en los lienzos. ¿Será una lectura demasiado feminista decir que la sociedad machista ahoga, mata, el verdadero ser de la mujer? Probablemente se intuya también, una relación fetichista entre el pintor y la sirvienta, una violación y un asesinato. Llama poderosamente la atención, la negación del hecho en el entorno de la chica, que es acusada de tergiversar, por parte de sus padres, de ser demasiado imaginativa.
¿Es acaso la única función que le corresponde a la mujer en sociedad? ¿Ser un objeto bello que da placer a la vista? (Esto tiene clara conexión, tal vez, con otro cuento de otro libro: Felicidad). Otro elemento se hace evidente: esas mujeres allí pintadas son niñas, como el ideal impuesto: puras, castas, dependientes, débiles, obedientes y silenciosas. Finalmente, la mujer verdadera, Angélica, la joven y frágil sirvienta muere, exactamente igual que una de las figuras plasmadas en los lienzos. ¿Será una lectura demasiado feminista decir que la sociedad machista ahoga, mata, el verdadero ser de la mujer? Probablemente se intuya también, una relación fetichista entre el pintor y la sirvienta, una violación y un asesinato. Llama poderosamente la atención, la negación del hecho en el entorno de la chica, que es acusada de tergiversar, por parte de sus padres, de ser demasiado imaginativa.
La mano de nieve: da
nombre al libro, porque es, su eje vertebrador: LA MUERTE. Una
narradora interna nuevamente, observa una procesión y parece
reflexionar sobre todas las veces en las que estuvo próxima al fin de la vida. Siempre pareció tenerla cerca y es más, entenderla de mejor
modo que los demás. Al final del cuento, una vuelta de tuerca: la
muerta es ella. ¿Siempre comprendió a la muerte, como si intuyera
que moriría joven? ¿Tal vez de nuevo se nos introduce la idea de
que a veces la vida puede ser igual que la muerte, igual de vacía?
¿Habrá estado muerta siempre? ¿No será que al morir, sus
recuerdos cambian y todo lo relacionado a la muerte parece ahora,
mucho más claro? Un texto de “atmósfera” que quizás podría
clasificarse, más que como narración, como una hermosa poesía en prosa.
Una pluma de pájaro:
es un juego de intertextualidades con Alicia a través del espejo
y La Cenicienta. Un cuento sobre mujeres solas y atrapadas que,
cuidando ancianas, esperan el rescate por parte del príncipe azul.
La fiesta aparece como vía de escape a una vida monótona. Me
fascina la posible simbología del abanico y las plumas. El abanico
de plumas es un elemento anticuadísimo, muy femenino, de mujer de
“antes”. Es negro, de luto y recuerda a las plumas de un cuervo.
Es como la anciana que en cama, se niega la vida. Quizás la idea de
la muerte y la conciencia de la decrepitud, de lo efímero de la vida
y de la proximidad de la vejez persiga constantemente a la
protagonista, obsesionándola. Viendo que la juventud se le escapa,
intenta volar, ser libre, pero se desprenden de sus alas,
irónicamente, plumas de muerte.
Como dije, es solo una
aproximación breve y personal, apenas unos “apuntes”. El libro
tiene otros cuentos:
Último coche a fraile
muerto, La muerte tiene mi altura y Mi hermano Daniel.
Varias características de las antes mencionadas se reiteran: el
entorno misterioso, la presencia de la muerte, la reflexión sobre
lo privado e íntimo femenino y familiar, quizás siendo el más
diferente de todos Último coche a fraile muerto, con
protagonista masculino y visto desde una tercera persona, agregándose
saltos en el tiempo y desconcertantes giros oníricos.
Una autora intelectual y
sensible, delicada y original, que necesita verdaderamente ser sacada
a la luz, para poder mostrar sus penumbras.
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